¿Cómo te afecta la situación actual? ¿Qué ámbito de tu vida se ha resentido tras los acontecimientos del último año? ¿Ha sido tu familia? ¿Tu relación de pareja? El trabajo, la salud, las amistades, tu bienestar, tu crecimiento personal, tu ocio… Probablemente más de uno de estos ámbitos de tu vida se han visto afectados. La no consecución del final del maldito virus junto con el malestar colectivo desgasta y causa un impacto en nuestra salud mental. Hoy decimos hasta aquí.

La lucha entre emociones y actualidad
Señalar o buscar culpables y causantes de nuestros males puede ser un intento más de gestionar el descontento, malestar y cúmulo de frustraciones. En esa búsqueda de culpables puede confundirnos la interpretación de la situación y, lo que es peor, tomar decisiones precipitadas o distorsionadas. Con nuestra visión atrapada en medio de la niebla, nos puede jugar una mala jugada ver las cosas en modo túnel, y no de forma panorámica. Orientados a verlo todo negro, corremos el riesgo de que eso pase factura a lo que conservamos de bueno, ahora invisible por estar focalizando nuestra atención en despotricar de cosas que no estamos consiguiendo cambiar o que no dependen de nosotros.
Se puede observar en la consulta psicológica cómo, desgraciadamente, la pérdida o la situación del trabajo puede resentir la relación de pareja, hasta ahora pilar de apoyo y punto de propulsión. Puede ser que, al contrario, sea el trabajo del que disfrutabas lo que se vea negativamente influenciado por lo mal que van las cosas en casa. Ha habido muchos cambios en nuestra forma diaria de actuar y eso deja un rastro.
Todos hemos dejado proyectos y deseos en pausa, esa escapada anual, aquel plan profesional…y al buscar cumplir o suplir esas expectativas en los otros ámbitos de nuestra vida podemos acabar perjudicándolos.
Decisiones o readaptaciones que necesitan revisión, dinámicas y nuevos hábitos en proceso de mejora, canalizar nuestro malestar de forma errónea. Son muchas las frustraciones, limitaciones y esperanzas forzosamente readaptadas en los últimos meses. Ya no solo de la pandemia, de todo lo que genera en el hastío popular, el desgaste poco a poco de la paciencia, la tolerancia y la esperanza de tiempos mejores.
En este sentido, las manifestaciones de las últimas semanas son fruto de algo que va más allá del desacuerdo por la puesta en prisión de una persona. Son el reflejo de cómo puede tambalearse nuestro punto medio y la lógica que nos dice que el equilibrio es mejor que los extremos.
Mencionando el paro juvenil, muchas personas pueden simplificar en exceso la lectura que se hace de las manifestaciones. «Son jóvenes maleducados» o » Esto son los inmigrantes» son dos ejemplos del sesgo que recibimos al intentar informarnos y sacar conclusiones sobre los actos. La situación es compleja, como así lo evidenciaron los diferentes mensajes en las pancartas de las manifestaciones. Lemas por el derecho a la libertad de expresión, la corona, propuestas de dimisiones, o reivindicaciones de protesta no-pacífica.
La situación por la que estamos pasando no facilita para nada sacar nuestra parte positiva, ilusión o entusiasmo porque todo vaya rodado. Es muy peligroso que tambaleen nuestra esperanza y la convicción de que ser pacífico no es inútil, que un cambio sin violencia es posible. No se puede arreglar nada a base de pedradas, fuego y destrucción.
Las últimas semanas nos sirven de ejemplo de lo que puede significar una mala gestión de nuestras cargas. Reflejan el desgaste y deterioro tanto individual como social. Enfrentar de forma saludable la montaña de cosas que se nos pueden haber amontonado tiene su comienzo en entender las propias emociones y pensamientos, cómo funciona nuestra mente y cómo es nuestra forma de tomar decisiones.
El reto es vivir nuestra propia vida como si cada momento importase y trabajar sobre eso, independientemente del dolor, tristeza, desesperación, miedo o rabia. Es clave para conseguir pasar de la resignación a la aceptación y al cambio en positivo. Ser conscientes de cómo la actualidad nos puede estar condicionando, nuestro poder radica en todo lo que podemos gestionar, enfoquemos nuestro esfuerzo en lo que no se escapa de nuestro control. A la acción que suma. En el desequilibrio, la sociedad esta sedienta de psicología. Utilicémosla para ver con más claridad la forma en que vivimos. Y conseguir los cambios que queremos para mejorar nuestra salud y calidad de vida.