La respuesta es sí. Los síntomas de ansiedad y depresión tienen puntos en común en los que el mindfulness puede ser de gran ayuda. Uno de ellos es ese estado de ánimo negativo donde se intenta controlar una situación y unos pensamientos que son imposibles de parar o predecir. Y es que la mente suele encontrarse en el pasado, rumiando por situaciones que ya no podemos cambiar, aunque nos gustaría; o en el futuro, anticipando todo aquello negativo que nos puede suceder. Y es aquí donde viene la gran pregunta:

¿Cuándo vivimos y sentimos el presente?
La ansiedad cotidiana y preocupación que sufrimos nos lleva en muchas ocasiones a evitar situaciones que creemos que nos van a hacer a generar malestar, intentando siempre buscar ese bienestar inmediato que no deja cabida a emociones negativas. Esto nos impide ser conscientes de lo que realmente hacemos, las consecuencias que tiene y las posibilidades que tendríamos de hacer las cosas de otra manera.
En esta línea, la busqueda de ese bienestar inmediato se relaciona con estados depresivos, ya que cuanto más intentamos evitar y apartar los pensamientos negativos, más aparecen. Esta necesidad de control es muchas veces la que fomenta estos estados de depresión y ansiedad.
Aquí es donde entra en juego el Mindfulness
El Mindfulness nos ayuda a prestar atención al presente, sin juzgar, aceptando la experiencia vivida tal y como es, sin ser evitada ni controlada. Esta corriente entiende el sufrimiento de las personas como algo inevitable que se incrementa al intentar controlarlo o expulsarlo. Esta aceptación no significa rendición ni resignación. Significa ser consciente de lo que tenemos delante para ver qué necesitamos, qué emociones y pensamientos nos aparecen y actuar en consecuencia.
La Conciencia Plena es una capacidad humana inherente, es decir, todos la tenemos y la podemos desarrollar con práctica. El objetivo no es reducir los síntomas y eliminar todo lo negativo de nuestra vida, sino cambiar la relación con la experiencia y aprender a tolerar cualquier tipo de emoción o situación.
Esto al principio puede sonar difícil ¿Cómo voy a tolerar yo la tristeza o el malestar? ¿Por qué tengo que hacer algo que me genera malestar si yo solo quiero estar bien? El hecho de saber que ninguna emoción es perenne puede ayudar a llevar mejor los momentos en que esta experiencia aparece y aceptarla de mejor manera. Pensemos por un momento en esta metáfora:
“Si se añade una cucharada de sal a un vaso de agua, será difícil beber; pero si esa misma cucharada de sal se añade a un estanque de agua podemos beber de él sin ningún problema, pese a haber la misma cantidad de sal.”
Esto nos viene a decir que la práctica del Mindfulness transforma la mente en un espacio amplio donde se encuentran las emociones más difíciles, pero su fuerza perturbadora se diluye si se acepta igual que el resto de emociones y pensamientos. Nos ayuda a ser conscientes del miedo que tenemos a experimentar determinadas emociones, como la angustia o la tristeza, y reconocerlo puede crearnos un efecto tranquilizante. Además, nos hace ver ese carácter transitorio de toda emoción, como suele decirse, nada dura para siempre.
Para ampliar ese espacio mental te invito a darte un momento al día, regálate 5 minutos. Siéntate con una postura cómoda, cierra los ojos y respira. Conecta con tu respiración, solamente observa cómo entra el aire y sale, tal y cómo lo haces está bien, siempre lo has hecho bien. Aunque seguramente te asalten imágenes y pensamientos sobre temas pendientes u obligaciones, no pasa nada, no está mal, obsérvalos y déjalos marchar, intenta no engancharte con ninguno de ellos, ahora es tu momento. Siente ese momento, es tuyo, y aprende a vivir el presente. Poco a poco abre los ojos y vuelve a la situación, vuelve al presente que estabas experimentado, pero quizás ahora con una perspectiva más amplia.
de Esther Martín Santander