Seguido de «soy/es muy bipolar» uno de los trastornos psicológicos que posiblemente más se menciona es la «hipocondría». El uso vulgar que se hace de los trastornos mentales, incluso de los graves, puede herir la sensibilidad de un profesional de la psicología e imagina de quien lo sufre.
Hoy tratamos un tema clave en los últimos meses ¿Cómo diferenciamos una preocupación normal por la salud de un trastorno psicológico como la hipocondría o el trastorno de ansiedad por enfermedad?

Evidentemente es mucho más que eso, este trastorno se caracteriza por un exceso de miedo y preocupación ante sufrir cualquier problema de salud. De forma constante, las personas que sufren el trastorno creen haber contraído una enfermedad, mostrándose hipervigilantes y autodiagnosticadores. Incluso con un profesional de la salud afirmando que «todo está bien» no se reduce el comportamiento obsesivo.
La preocupación por la salud dentro de la normalidad no entra en este circulo vicioso de buscar información constantemente. Cuando aparecen síntomas concretos y malestar se acostumbra a acudir al profesional sanitario. La preocupación o miedo de la persona en un estado óptimo de salud se experimenta de forma puntual, basada en causas reales y posibles, por tanto de forma adaptativa.
Algunas personas pueden pensar «no sirve de nada obsesionarme, no puedo hacer nada más que ir al profesional de la salud». Y para la mayoría de nosotros el recibir un resultado tranquilizador y ser informados de que no estamos en riesgo servirá para recuperar la calma.
Una persona con hipocondría no lo deja pasar, sigue en estado de alarma exagerada y buscando más opiniones, paradójicamente para confirmar su gran miedo. En ocasiones el diagnóstico de la hipocondría viene acompañado por trastornos de ansiedad y depresión.

En la persona hipocondríaca las preocupaciones aparecen de forma constante, durante al menos 6 meses y conllevando alteraciones en el funcionamiento cotidiano de la persona. Afecta a las actividades diarias, a la salud mental y física. Tener miedo constantemente les genera mucha ansiedad, cambios en el estado de ánimo, palpitaciones, temblores, alta tensión arterial, cefalea…Debe tenerse en cuenta sobre todo porque la persona con este trastorno retroalimenta su miedo, no se guía por lo real. Importa mucho más su punto de vista que el de cualquier experto y se corre el riesgo de que siga su propio «tratamiento».
La atención psicológica ha demostrado mucha eficacia especialmente en terapia cognitivo-conductual. A las personas que sufren este trastorno de ansiedad les puede ir muy bien para aprender a gestionar sus preocupaciones sin tener que hacer pruebas, recibir atención médica ni resultados de análisis de forma diaria. La reestructuración cognitiva puede ayudar a identificar los pensamientos disfuncionales y replantear su parte de realidad.
La psicoterapia es el tratamiento de primera elección por la mejora que supone en el estado diario de la persona, en casa, en el trabajo y en sus relaciones.
Puede reducir las ausencias, los comportamientos obsesivos con la enfermedad, así como paliar los trastornos asociados como la depresión.

Que a partir de ahora nadie de los aquí lectores vuelva a utilizar el término hipocondríaco en vano no me lo creo ni yo. Queda mucho camino por recorrer, muchas confusiones, errores y mal uso de los términos psicológicos a readaptar. En un mundo en el que cada vez pesan más las palabras utilizadas y es de mayor necesidad cuidar nuestra salud mental.
de Robert Cotonat Gracia
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