¿Si perdemos o reducimos el contacto con los nuestros somos menos nosotros mismos? ¿Necesitar la compañía de los otros nos hace dependientes? Desde la psicología sabemos que nuestras relaciones personales son de vital importancia, necesitamos la interacción con las personas, y no relacionarnos claramente no nos haría ningún bien.

Desde los gobiernos de varios países europeos (incluida España) insisten en sacrificar la actividad social para garantizar la salud. Esto no tiene porqué significar aislamiento social, sentimientos de soledad o malestar por la ausencia de las relaciones que nos dan vida.
En el siglo XXI podemos ser muchas cosas, pro algo, anti otro, -fóbicos, -istas…mil términos que utilizamos para definirnos y etiquetarnos, más o menos acertado o de buen grado aceptado. Pero por encima de todo somos seres sociales. Así pues ¿Cómo hacemos para parar la alarmante y preocupante subida vertical de los contagios que vemos por todas partes? Readaptando, no suprimiendo.
Antiguamente, algunos modelos tradicionales y ya anticuados categorizaban las sociedades según orientaciones independientes (occidentales) u orientaciones colectivas (orientales). Los defensores de esta separación visiblemente simplista defendían que por ejemplo un niño que creciese en Estados Unidos sería, en un principio, independiente y autosuficiente por sí mismo mientras que el niño de la India se orientaría mucho más en las relaciones familiares.
En 1996 la psicóloga turca Çiğdem Kağıtçıbaşı rompió esta dicotomía que parecía hacer incompatibles la autonomía y las relaciones, con su concepto del yo autónomo relacional. Defendía un enfoque más complejo en el que no necesariamente el objetivo del desarrollo personal debía ser llegar a ser un adulto autónomo e independiente. Ahora tenemos claro que no nos dividimos en países centrados en la individualidad o en el colectivo.
La globalización, tal y como ha demostrado el contagio convertido en pandemia, significa que todos estamos relacionados. Los enfoques tan generalistas ya no funcionan, hemos podido ver en infinitos casos cómo una persona extranjera se integra en el nuevo país sin tener que renunciar a su cultura y sobre todo, a sus imprescindibles relaciones familiares.
Los inmigrantes no pierden esta visión colectiva y de unión con la familia o la comunidad por cumplir nuestro particular estereotipo de “típica familia occidental”, o al menos no debería ser así a pesar de algunos partidos de extrema y toro. Afortunadamente estas personas tienen herramientas para conservar los estrechos vínculos relacionales con su comunidad, a pesar de la distancia.
Abundan las investigaciones que reafirman la importancia de las redes sociales para mantener una buena salud mental y física. También de las consecuencias negativas de su mal uso, pero eso ya para otro día. Pueden ayudar mucho a un recién llegado a lidiar con las dificultades de adaptación a la nueva comunidad.
En la necesaria reducción de nuestra actividad social en persona, la combinación entre lo autosuficientes que somos y los saludables vínculos que mantenemos puede resultar ser la clave para conservar una buena salud en esta readaptación.
Nuestro objetivo es poder continuar manteniendo los encuentros prioritarios, en la medida de lo posible. Evidentemente nadie quiere que cierren las clases e incluso escuelas enteras. Tampoco que solo se pueda teletrabajar. Pero muchas veces nuestros deseos no van en consonancia con nuestras acciones. Por ese motivo los políticos remarcan y quieren incentivar nuestro compromiso y buena voluntad para evitar rebrotes.
Como has podido observar, las buenas intenciones, precauciones y sacrificios de han podido ir relajando con el tiempo. Recuerda casos en los que has visto cómo el uso de la mascarilla entraba en un sinsentido, ya solo con los que van con la nariz fuera te puedes hartar. O bien que el gel no se ha repuesto o dispensado con la misma efectividad, que la distancia de seguridad se ha aplicado siempre…
De esta forma puedes identificar las actividades de tu día a día más o menos peligrosas (facilitadoras de contagio). Y aquí el reto final; ser capaz de reformular algunos de nuestros mayores placeres, como las cenas con amigos, las comidas familiares o la escapada del fin de semana sin renunciar a sus beneficios vitales. Sin obligaciones penalizadas, ahí reside tu libertad y a la vez responsabilidad. Si no, puedes esperar a la alternativa a la que podemos llegar, multar incluso por ir dos a pasear.
de Robert Cotonat Gracia