En la sociedad actual, frecuentemente se entiende compasión como la lástima, clemencia o piedad hacía el mal del otro. La palabra suele llevar consigo connotaciones negativas, lo que implica menosprecio o superioridad moral frente a quién sufre. El resultado; rechazo a querer que la gente muestre compasión hacia nosotros, ya que eso significaría que somos débiles.

Si antes de ir a trabajar, por ejemplo, vas diciéndote a ti mismo que eres inútil y que durante la jornada lo vas a hacer mal, ¿crees que lo vas a hacer mejor o peor?
En realidad la compasión es todo lo contrario a que el otro se sienta menospreciado. Es un comportamiento dirigido a eliminar el sufrimiento del otro. Compasión es amabilidad, afecto y comprensión.
Para explicar claramente cuál es la forma sana de hablarnos, un ejemplo que utilizo mucho proviene de una técnica del Mindfulness. Consiste en que, una vez llegado a un estado de meditación, recuerdes o crees un recuerdo de una vez que viste a un/a niño/a que necesitaba ayuda, que estaba cometiendo errores y necesitaba aprender. La forma en la que nos saldría tratarlo probablemente sería compasiva, de tolerancia y paciencia, de palabras amables y de ánimo.
También existe el ejemplo con amigos o seres queridos que se hayan encontrado con un problema o dificultad. Recordar la actitud que mostramos hacia los demás nos ayudará a analizar la forma en que nos tratamos a nosotros mismos ¿somos positivos? ¿crueles?
Y es que demasiadas veces llegamos a presionarnos y auto-exigirnos tanto que somos los villanos de nuestra propia autoestima. Son los casos en que el diálogo interno es lo contrario a amable, es duro y evidentemente no auto-compasivo.
El término auto-compasión se refiere a cómo nos tratamos a nosotros mismos cuando las cosas no salen bien. En esos momentos aparece la vergüenza, la culpa y/o la auto-crítica. Guiarnos por esos sentimientos puede ser muy perjudicial, entrando en un espiral que nos deja caer hasta el fondo.
Por tanto, tratarnos a nosotros mismos de forma compasiva ofrece grandes beneficios. Nos permite transformar el sufrimiento en deseo de cambio, en motivación que orienta nuestras acciones. Pero…¿Cómo lo conseguimos? ¿Cómo superamos la culpa, la auto-crítica no constructiva y la negación del dolor?
Partiendo de Gilbert, (2009) proponemos estos 3 importantes pasos para desarrollar la compasión:
1. Entiende las emociones que estás o está viviendo la otra persona. Partir de una buena comprensión emocional te ayudará sin duda a neutralizar y superar el sufrimiento.
2.Sé empático. Realiza un esfuerzo para entender cómo se siente la otra persona o el porque tú te sientes así. Eso sin duda ayudará a entender, que no a justificar, el porqué de nuestras acciones.
3. Actúa para combatir el sufrimiento percibido. Al establecer contacto físico con otras personas o hablar de lo que nos importa, sufrimos con ellos y nos motivamos hacia el cambio.
Sirve de gran ayuda, ya sólo el decirlo en voz alta te ayudará a saber cómo te sientes y reflexionar sobre cómo actuar. Con estos sencillos pasos esperamos ayudarte.
Evidentemente, no es fácil tratarse bien a uno mismo a veces, cuándo las situaciones se complican y sale esa tendencia a atribuirse toda la culpa y criticarse. Sin embargo, un buen inicio es empezar a observar que palabras nos decimos.
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