La vergüenza es una emoción que se percibe como negativa y que se deriva de la experiencia subjetiva de ser inadecuado, defectuoso, o de haber generado expectativas en los otros que no se pueden cumplir.
Se asocia frecuentemente con síntomas psicopatológicos, angustia y se relaciona negativamente con la autoestima. La regulación de la vergüenza puede involucrar estrategias como el perfeccionismo o fantasías grandilocuentes. Pero también manifestando comportamiento agresivo y aislamiento social que pueden resultar en una mala adaptación y mayor riesgo de tener problemas con el juego, el alcohol o caer bajo la dependencia de grupos coercitivos.

La vergüenza se ha relacionado con una amplia variedad de problemas sociales y psicológicos, incluida la depresión, el trastorno de estrés postraumático, el abuso de sustancias, el trastorno límite de personalidad, trastornos alimentarios e intentos de suicidio3 . Puesto que una de las funciones problemáticas de la vergüenza son sus intentos de proteger a lo que se percibe como frágil de uno mismo, esto se traduce con frecuencia en conductas de evitación y aislamiento social12, complicando aún más los sentimientos de inadecuación, indefensión o soledad.
El modelo evolutivo funcional de la vergüenza se basa en la idea de que los seres humanos somos criaturas fundamentalmente sociales evolutivamente adaptadas para vivir en contacto estrecho e íntimo con otros seres humanos1. Por otro lado, no funcionamos bien fuera de las conexiones seguras y afectuosas con los demás o sin tener al menos una persona cercana11.
Como resultado, hemos evolucionado para estar muy en sintonía con las señales que podrían indicarnos rechazo u ostracismo. Nuestros cuerpos continúan tratando la exclusión social como si fuera un evento vital amenazante, de forma muy parecida al mismísimo dolor físico4.
Estamos preparados evolutivamente para estar ansiosos en contextos sociales y sesgados a percibir las señales indicativas de los demás como la desaprobación y la amenaza, aunque esas señales sean neutras2. La vergüenza evolucionó para advertirnos sobre comportamientos que podrían excluirnos de nuestro grupo y, cuando se activa, implica la sensación de que la pertenencia está amenazada o se ha perdido. Es decir, nos sentimos diferentes de los demás, aislados o no aceptados como seres sociales. La cronificación de estos estados de vergüenza comportarían un debilitamiento del sentido básico de pertenencia al mundo; la muerte social.
La vergüenza es posiblemente una de las emociones más dolorosas que los humanos experimentan y a menudo en la literatura clínica se describe como exclusivamente negativa y problemática. Aunque un modelo evolutivo funcional de la emoción pudiera sugerir una perspectiva más matizada y sensible al contexto sobre las propias funciones de la vergüenza.
Específicamente, se cree que la vergüenza ha evolucionado para regular el comportamiento relacionado con el mantenimiento de normas importantes del grupo, pautas morales y alertar a las personas sobre las amenazas a la pertenencia8. La vergüenza puede ocurrir en respuesta a situaciones en las que una persona se percibe a sí misma como incapaz de ajustarse a pautas morales importantes, normas sociales o estándares9. De esta forma, se pueden motivar intentos de reparar una imagen social positiva a través del comportamiento cooperativo4, intentos de superación o lo que entendemos por crecimiento personal10 o comportamiento prosocial6.
La vergüenza también tiene funciones de señalización que, cuando la emoción es expresada de una manera apropiada al contexto, puede provocar simpatía y la cooperación de otros8.
Esta perspectiva contextual nos abre a nosotros, los profesionales, posibilidades de actuación terapéutica novedosas frente a los sentimientos de vergüenza que tengamos que trabajar. Para acabar viendo que, si somos capaces de compartir también ese sentimiento, podemos poner en marcha un círculo virtuoso para el tratamiento de una de las emociones más influyentes y con más presencia transdiagnóstica desde una perspectiva radical y terapéuticamente auténtica y comprometida7.
Esta perspectiva contextualizada de la vergüenza frente a la visión uniformemente negativa de la misma, exhibida en gran parte de la literatura psicológica y psicoanalítica, es más consistente con una aproximación empática de la conducta en la que todas las formas de comportamiento pueden ser adaptativas o desadaptativas dependiendo del contexto y los objetivos involucrados.
Sistemas emocionales, vergüenza y crítica son esenciales para comprender cómo nos relacionamos con nuestro entorno social, formamos parte del mundo, comunicamos información importante, influimos en los otros y nos dejamos influir por aquellos a quienes queremos.
Referencias:
1 Beckes, L., & Coan, J. A. (2011). Social baseline theory: The role of social proximity in emotion and economy of action. Social and Personality Psychology Compass, 5(12), 976–988. Ver aquí
2 Butler, E. A., Egloff, B., Wilhelm, F. H., Smith, N. C., Erickson, E. A., & Gross, J. J. (2003). The social consequences of expressive suppression. Emotion, 3(1), 48–67. Ver aquí
3 Cibich, M., Woodyatt, L., & Wenzel, M. (2016). Moving beyond “shame is bad”: How a functional emotion can become problematic. Social and Personality Psychology Compass, 10(9), 471–483. Ver aquí
4 Declerck, C. H., Boone, C., & Kiyonari, T. (2014). No place to hide: When shame causes proselfs to cooperate. The Journal of Social Psychology, 154(1), 74–88. Ver aquí
5 Eisenberger, N. I., & Lieberman, M. D. (2004). Why rejection hurts: A common neural alarm system for physical and social pain. Trends in cognitive sciences, 8(7), 294–300. Ver aquí
6 Hooge, I. E., Breugelmans, S. M., & Zeelenberg, M. (2008). Not so ugly after all: When shame acts as a commitment device. Journal of Personality and Social Psychology, 95(4), 933–943. Ver aquí
7 Kelly Koerner, Mavis Tsai, And Elizabeth Simpson. Chap 4. Treating Shame: A Functional Analytic Approach. Shame in the Therapy Hour by Ronda L.Dearing, June Price Tangney. American Psychological Association 2011. Ver aquí
8 Keltner, D., Young, R. C., & Buswell, B. N. (1997). Appeasement in human emotion, social practice, and personality. Aggressive Behavior, 23(5), 359–374. Ver aquí
9 Leach, C. W., & Cidam, A. (2015). When is shame linked to constructive approach orientation? A meta-analysis. Journal of Personality and Social Psychology, 109(6), 983–1002. Ver aquí
10Lickel, B., Kushlev, K., Savalei, V., Matta, S., & Schmader, T. (2014). Shame and the motivation to change the self. Emotion, 14(6), 1049–1061. Ver aquí
11Lynch, T. R. (2018). Radically open dialectical behavior therapy: Theory and practice for treating disorders of overcontrol. Oakland, CA: New Harbinger. Ver aquí
12Tangney, J. P., Stuewig, J., & Mashek, D. J. (2007). Moral emotions and moral behavior. Annual Review of Psychology, 58, 345–372. Ver aquí
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