Si tuvieras que responder a la pregunta “¿Quién soy?”, ¿Cómo lo harías? ¿Qué datos y características de ti mismo destacarías para definir quién eres? Es posible que te parezca una pregunta fácil o puede que hayas pensado «pues no tengo ni idea». Muchas personas contestarían con su nombre y su profesión, quizás añadiendo datos como la edad o el lugar de procedencia. Pero ¿es esto lo que realmente somos?
La respuesta a esta pregunta tiene que ver con la identidad, así que antes de nada, vamos a aclarar algunos términos.

¿Qué es la identidad?
La identidad es el concepto subjetivo que un individuo tiene respecto a sí mismo. Es lo que te hace ser TÚ y nadie más que TÚ. Por eso no es suficiente con responder nombre, edad, procedencia o profesión. Seguro que hay miles de personas que coinciden con esos datos y no tienen absolutamente nada que ver contigo.
La identidad es mucho más de lo que haces y de los adjetivos que te describen. Es el conjunto de rasgos, sentimientos, experiencias, pensamientos, relaciones, recuerdos y valores propios de una persona que la caracterizan frente a los demás y la hacen única e irrepetible.
¿Cómo se construye?
La identidad se construye a través de las experiencias que vamos adquiriendo a lo largo de nuestra vida mediante la interacción con los otros a través de las cuales vamos reconociendo nuestra propia individualidad. La construcción de esta individualidad surge en el proceso de socialización, donde se negocian status, percepciones que tenemos el uno del otro, nuestro «acto» respecto «al resto». Y es que puede que en ocasiones, la imagen que tienes de ti mism@ no se corresponda con la que tiene el resto, entonces podemos considerar o renegociar nuestro propio «yo». Influyen por tanto los acontecimientos que nos ocurren y las opiniones, mensajes y actitudes que nos manda nuestro entorno sobre nosotros mismos.
Hay que destacar que no se trata de un concepto estático, sino que es un proceso dinámico que empieza cuando nacemos y continúa durante toda la vida, siendo especialmente importante la etapa de la adolescencia. No hay por tanto una única respuesta a esta pregunta ni hay respuestas definitivas. A lo largo del tiempo vamos adaptando y re-adaptando el sentido que tenemos de nosotros mismos.
¿Por qué es importante conocernos?
Has podido cuestionarte en alguna ocasión si una relación te estaba impidiendo «ser tú mismo». O quizás alguna vez te has planteado hacer algo y te has sentido incómodo ante la idea porque algo te decía «pero es que ese no soy yo» «yo no soy así».
Conocer bien quiénes somos nos sirve de guía para avanzar. Cuanto más te conozcas, más probable es que estés satisfecho con tus decisiones vitales, y tengas más clara la dirección. Porque te estarás guiando por lo que realmente te representa y es importante para ti. Cuando no sabemos responder a esta pregunta existencial, podemos sentir una especie de vacío o falta de sentido en nuestra vida. Esto es lo que llamamos “crisis de identidad” y podemos sentirla por distintos motivos:
“No se quién soy”
Este tipo de crisis de identidad se caracteriza por una sensación de desorientación, ir sin rumbo “no se qué quiero ni a dónde voy y nunca lo he sabido”. Es propio de personas que se dejan llevar, que se sienten volubles como el agua o el aire, sin forma. También puede darse que personas que experimentan esta sensación definen su rol en sus familias o grupos de pertenencia como “invisibles”, “fantasmas”, «sombras».
Si esto te suena, reflexiona entorno a si ha habido o no unas figuras de referencia que hayan sabido verte y apreciar tu individualidad. A lo mejor te ha tocado pasar desapercibido y no estar nunca en el centro de atención. Quizás, no te han transmitido lo mucho que importabas, no han advertido tus cualidades o quizás no te han dejado discrepar y formar tu propio criterio. Si alguno de estos es tu caso, es posible que no tengas claro quién eres tú realmente. ¿Cómo ibas a saberlo?
Para vernos a nosotros mismos es necesario que primero nos vean desde fuera y nos reconozcan como seres individuales con gustos, necesidades, opiniones, objetivos y valores propios y dignos de ser tomados en cuenta.
Claudia Portillo
“Sé quién soy, pero no me gusta”
También puede ocurrir que sepas contestar a esta pregunta pero que no te guste la respuesta o no la sientas como realmente tuya. Esto puede tener que ver con que una parte importante de nuestra identidad no la hemos elegido nosotros, sino que nos ha venido impuesta por nuestras figuras de referencia y la cultura en la que vivimos.

Por ejemplo, has crecido en una familia tradicional y acudido a un colegio conservador. De ti se espera que tengas una familia y un trabajo estable pero constantemente te encuentras soñando con dejar los estudios y dedicarte a viajar en una caravana buscando las mejores olas. Si esto es así, la discrepancia entre lo que te ha tocado ser y lo que quieres ser, te puede generar insatisfacción y sufrimiento al sentir que estas viviendo una vida que no es la tuya.
«Después de esto no sé quien soy»
Al largo de la vida se pueden producir rupturas de identidad. Imaginemos que ya sabes quién eres y estás satisfecho, pero ocurre algún acontecimiento adverso que rompe totalmente ese concepto subjetivo que tenías de ti mismo/a. ¿Qué pasa entonces? ¿Quién eres ahora? Pongamos algunos ejemplos.
Imagina que una parte importante de tu identidad está ligada a tu relación de pareja, esa relación en la que llevas prácticamente toda tu vida adulta. Un día esa relación se rompe. En este caso, no solo tendrás que pasar por el duelo de perder a esa persona sino que la ruptura vendrá acompañada de un ajuste importante en tu identidad ¿Quién eres tú sin esta persona? ¿Quién eres ahora como persona soltera? Todavía no te conoces en ese nuevo estado y es algo que vas a tener que construir.
Del mismo modo, si tu identidad está muy ligada a la fortaleza, la acción y la aventura y te diagnostican una enfermedad que te debilita y te priva de salir a correr o hacer escalada, no solo tendrás que lidiar con la propia enfermedad. Implicará reconstruir tu concepto de ti mismo como alguien que tiene que readaptar lo que le puede exigir a su cuerpo.
Una reformulación de identidad común ocurre cuando para convertirte en una madre entregada dejas de cuidar de ti misma y de tu relación de pareja. Perdiendo tu propia identidad en el camino y construyendo una nueva alrededor de tu rol de madre coraje. ¿Qué crees que pasará cuando tus hijos crezcan y no te necesiten tanto?
En todas estas situaciones puede surgirnos la pregunta de «y ahora que no soy lo que era, ¿Quién soy?»
Si estás en alguno de los puntos anteriores, te toca trabajar en construir ese concepto subjetivo de ti mismo/a, te toca redefinir tu identidad.
¿Cómo puedo reencontrarme?
Según Erik H. Erikson, para poder construir el concepto de quiénes somos, necesitamos hacer un proceso de reflexión y observación en el que nos juzgamos a nosotros mismos a partir de cómo nos perciben los demás y mediante la comparación con los otros. Especialmente con aquellos que son importantes para nosotros. Para ello:
1. Hazte preguntas. ¿Qué me caracteriza? ¿Cuáles son mis defectos? ¿Cuáles son mis virtudes? ¿Cómo me describen los demás? ¿Qué me gusta? ¿Con qué áreas de mi vida estoy satisfecho/a y con cuáles no? ¿Qué decisiones he tomado por mi mismo? ¿Cómo me he sentido al tomarlas?
2. Obsérvate. ¿Cómo actúo en los distintos contextos de mi vida? ¿Cómo me relaciono con los demás? ¿Cómo son mis reacciones? ¿En qué contextos estoy más a gusto? ¿Cómo soy cuando nadie me ve?
3. Plantéate quién quieres ser. No se trata de encontrar un ideal perfecto sino de quedarte con lo que es importante para ti en esencia. ¿En quién me quiero convertir? ¿Quiénes son mis figuras de referencia? ¿Qué caracteriza a esas personas? ¿Cuáles son los valores que quiero que guíen mi vida?
4. Toma decisiones conscientes y alineadas con tus valores. ¿De qué estoy orgulloso/a? ¿Qué es lo que más disfruto? ¿En qué situaciones me siento más auténtico/a? Según Mark Manson, los valores son el elemento principal de nuestra identidad. Lo que más nos define es aquello a lo que elegimos dar importancia, así qué ¿Qué estás eligiendo priorizar?
5. Incluye distintas áreas de tu vida en tu definición de ti mismo. Si defines tu identidad en torno a un área en exclusiva puedes perderte a ti mismo si ese área cambia. ¿Qué pasa si mi identidad gira en torno al éxito profesional y de repente me quedo sin trabajo? Si me defino como inteligente durante mi vida de estudiante y al incorporarme al mundo laboral, donde la competencia aumenta, ¿ya no destaco? Cuantas más áreas enriquezcan el concepto subjetivo que tienes de ti, mejor.
Normalmente la pregunta acerca de quiénes somos no es algo que nos surge en el día a día, cuando las cosas nos van bien. De hecho, no solemos planteárnosla de forma consciente hasta que nos ocurre algo que nos descoloca y nos lleva a esta reflexión. La necesidad de encontrar una respuesta muchas veces surge al hacernos conscientes del vacío que sentíamos al no saberlo o cuando nos damos cuenta de que las decisiones que estamos tomando no nos satisfacen.
Te planteo entonces ¿por qué esperar a que llegue ese momento? ¿por qué no tratar de conocernos desde el principio?
Te aseguro que merece la pena descubrirte, empezar a guiarte por tus valores y tomar decisiones alineadas con lo que tú eres en esencia. Y en cualquier caso, te encuentres en el momento del proceso en el que te encuentres, recuerda que es eso, un proceso. Siempre estás a tiempo de parar, reflexionar, observar y decidir si te convence tu respuesta o si quieres trabajar en construir una nueva. Y si necesitas ayuda en este camino, no dudes en buscarla en un profesional.