¿Te has planteado alguna vez que si encuentras pareja dejarás de usar Tinder? La app funciona con la promesa de encontrar pareja, pero al igual que sucede con los juegos de azar, no dejamos de jugar pensando que si seguimos el premio será mayor.

Estas apps han facilitado el conocer personas a quienes probablemente nunca habríamos tenido la suerte de encontrar. Pero estas herramientas no son inofensivas; la facilidad que tenemos para acceder a ellas, la satisfacción que nos brindan y el sistema de notificaciones y estímulos que utilizan promueve un uso nocivo; o mejor dicho, un abuso.
Estos programas aluden a algunos de los mecanismos más profundos de la condición humana, como son la pertenencia y el sexo. Las interacciones sociales en las que participamos nos dotan de un fuerte sentido de identidad grupal e individual, mientras que el deseo sexual está enraizado en la necesidad de transmitir nuestros genes.
Podemos usar las apps de manera descontrolada al intentar satisfacer tanto nuestras necesidades básicas como las de aceptación, agrado, pertenencia y estatus. Todo ello mientras obtenemos la falsa sensación de que las estamos atendiendo saludablemente.
La forma en que conocemos personas, hacemos amigos, coqueteamos, nos enamoramos y experimentamos deseo sexual es un proceso relativamente estructurado y estrechamente relacionado con la naturaleza humana y sus motivaciones sociales. El medio a través del cual se establecen las relaciones, como podrían serlo un encuentro en línea o un encuentro personal, no afecta ni cambia el proceso. Aún habiendo cambiado la cancha en la que toma lugar el juego, las redes sociales no han cambiado las reglas.

En las apps de citas se reproduce la forma en que las personas se atraen, se conocen y se seducen. Una diferencia importante entre este tipo de aplicaciones y el resto de redes sociales es la predominante presencia masculina. Por cada 9 hombres que hay en Tinder hay una mujer, mientras que Instagram tiene una red sin grandes diferencias en cuanto al género de sus usuarios.
Las apps de citas aluden más a la espontaneidad con la que comúnmente se activa el deseo sexual masculino a diferencia del vínculo emocional que comúnmente precede al deseo sexual femenino. Evolutivamente las mujeres buscan a alguien con quien procrear no implique un riesgo físico y que pueda aportar al cuidado y bienestar de los hijos.
Reeve, J. (2010). Motivación y emocion . México: Mcgrawhill, Interamericana
Las expectativas culturales que muchas veces limitan el comportamiento sexual de las mujeres, mientras impulsan a los hombres a conseguir un mayor número de parejas, también contribuyen a esta diferencia.
Las interacciones por internet tienen beneficios atractivos para muchos. Permiten regular en un mayor grado los aspectos que queremos mostrar u ocultar, obteniendo una sensación de mayor control. Reducen los aspectos negativos que puede suponer una interacción presencial, como la ansiedad o las consecuencias de un rechazo. Disminuyendo la ambigüedad de las interacciones en persona, suprimiendo la complejidad de la interpretación del lenguaje no verbal y otorgando la posibilidad de comunicarnos sólo cuando las dos partes han mostrado interés. Por supuesto podemos experimentar dolor y frustración al sufrir repetidos rechazos en línea, pero esto difícilmente conduciría a una adicción.
A pesar de los beneficios que ofrecen, existen ciertos riesgos en el uso de estos programas. Las adicciones a las redes sociales, internet, la ludopatía (apuestas) y codependencia están bien documentadas. Las apps de citas reúnen características en común con todas ellas y muestran una alta potencialidad para generar conductas compulsivas en sus usuarios.
Cada vez que interactuamos con la app y damos un «me gusta» tenemos la expectativa de conseguir un «match». Esto es un premio muy agradable, aunque normalmente sucede con un número bajo de personas en el caso de los hombres. El resultado es lo que la psicología llama «reforzamiento de razón variable«, un premio que obtenemos después de haber participado un número indeterminado de veces. Para nuestros cerebros esta es una experiencia similar a los juegos de azar, por ejemplo la ruleta. Este tipo de premio es incluso más adictivo que si obtuviéramos un match cada vez que nos gusta alguien.

Las apps de citas pueden ser una herramienta muy útil para conocer gente y establecer relaciones de calidad, no son dañinas por sí mismas. Su peligrosidad radica en el motivo y la forma en que las usamos.
Buscar agradar a otros y recibir su aprobación para mejorar nuestro estado de ánimo, reafirmar o mejorar el concepto que tenemos de nosotros mismos puede desarrollar una adicción. Cuando nuestro valor, seguridad y autoestima no radica en nosotros mismos, corremos un gran riesgo al igual que dependencia. Estamos a merced del número de relaciones que establecemos, la cantidad de relaciones sexuales, lo atractivo/a que nos ven, los likes y seguidores.
Para darle un uso adecuado a estas apps es útil involucrarse en pasatiempos, trabajos, y relaciones en las que tu sensación de bienestar y pertenencia surja debido a tus propias acciones. Es inevitable experimentar sensaciones desagradables, pero de este modo dependemos en mayor grado de nuestras acciones y no de las decisiones que toman los demás. Sobre estas no tenemos ningún control.
de Andrés Casares García