La generación frustrada

En el ojo del huracán, el colectivo joven ha sido calificado numerosas veces como el inconsciente e irresponsable en cuanto a cumplir las medidas establecidas. Acusados muchas veces de tener la vida demasiado fácil, cómoda y privilegiada nos encontramos con que estos «afortunados» tienen muchas más preocupaciones de las que pueda parecer. Entre ellas el futuro, incierto y desesperanzador en el panorama económico y profesional. Y una en particular, el desafío de emanciparse.

Lo vemos en el momento de irse de casa, que se ha convertido en un privilegio al alcance de pocos jóvenes. Así lo indican los datos en Cataluña, donde tan sólo la mitad de los jóvenes entre 25 y 29 años han podido emanciparse. Con la mayoría compartiendo piso, es una muestra de cómo en los últimos años se ha reducido la capacidad económica para poder irse de casa, especialmente este año.

Si en el 2008 se iban de casa un 32% de los jóvenes, ahora lo hace un 20%. Alquileres desorbitados, requisitos estrictos para poder acceder a la vivienda y el paro son algunos de los factores que dificultan esta, para muchos, misión imposible.

El derecho a iniciar un proyecto de vida ha pasado a ser un privilegio, y lo más alarmante, normalizado.

Los datos pueden haber empeorado mucho más debido a la pandemia, en la que los jóvenes han sido los primeros expulsados del mercado laboral. Así lo indica Guillermo Chirino, portavoz del Consell Nacional de la Joventut de Catalunya. El 90% de los contratos temporales son a jóvenes y un 43% de ellos viven con dificultades para llegar a final de mes.

De los que tienen trabajo, entre el 40 y el 60% del sueldo es destinado al pago del alquiler. Mientras que desde las instituciones europeas recomiendan que debería suponer un máximo del 30% del sueldo.

Se reclaman más medidas legales y políticas que las tomadas hasta el momento. Hace falta favorecer el derecho a emanciparse así como fomentar el desarrollo profesional juvenil. En nuestra profesión vemos las dificultades, resignación y frustración que tienen que gestionar muchos jóvenes y las consecuencias negativas que conllevan en el bienestar y salud mental de la persona.

No me contratan ≠ No sirvo para nada

Conscientes de la importancia que tiene para el ser humano sentirse autorrealizado, puede llevarse con mucha angustia el no encontrar esa función o papel en la sociedad. También por ser para muchos los primeros pasos en el mercado laboral.

Hasta la entrada en el mercado laboral, muchos jóvenes tenían muy fijado e interiorizado qué era lo que «tenían que hacer», estudiar pasando de la escuela al instituto y después a la universidad, un curso tras otro. Ahora se encuentran frente a esa gran barrera para acceder a un trabajo relacionado con su formación, mucho más limitado que a principios de década cuando las dificultades laborales que sufría el país ya eran importantes.

Algunos podrán pensar que ya les tocaba descubrir la cruda realidad, enfrentarse a los problemas de los adultos e ir olvidando esa idea del caminito de rosas. Y si, es cierto, algunos no han sido conscientes y puestos a punto adecuadamente. En eso tiene mucho que ver las burbujas en las que en ocasiones han sido educados, el haber permanecido inquebrantables en sus aspiraciones y gran ambición de logro sin razón ni garantía alguna. Y es que creer esas frases del «si puedo soñarlo puedo hacerlo» y del «los límites los pones tu» esconde un gran peligro.

Aceptado eso, debemos tener muy en cuenta su parte de razón, como siempre evitar verlo todo o blanco o negro. La situación actual ha imposibilitado o retrasado en multitud de ocasiones la inserción de los jóvenes en el mundo laboral. Y no, no hablamos de los empleos temporales.

Empleos de búsqueda de becarios con más de 5 años de experiencia con sueldo inexistente, o casi, son un buen ejemplo de que tampoco se les permite entrar sin pasar por unas condiciones de alta precariedad y sobrecualificación.

Muchas veces ha aparecido un especial feeling con mis clientes más jóvenes al compartir la etapa en la que entramos en el mundo laboral. También de mis amistades he podido escuchar cómo manifiestan esa sensación de incapacidad, de culparse e infravalorarse ante las desestimaciones de sus candidaturas.

Aceptar esos momentos en los que se encuentran con el mensaje de «Gracias por su interés pero desgraciadamente…» o con la ausencia de respuesta puede ser complicado. Más con la poca tolerancia a la frustración y rechazo con la que se ha familiarizado esta generación.

En contraposición, aparecen conceptos con los que también se han familiarizado los jóvenes de los 90 y 2000. Como la importancia de creer en uno mismo y el hecho de que pedir ayuda no es de débiles, como tampoco ir al psicólogo de locos.

Por ello, me encanta recibir a los clientes más jóvenes en mi consulta. Es el paso a seguir para a veces lograr encontrar el camino y pasar de la resignación a la aceptación, acción y cambio positivo.

de Robert Cotonat Gracia

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