Podéis hacer el siguiente experimento: preguntad a vuestros conocidos qué entienden ellos por felicidad. Obtendréis respuestas muy diferentes, pero probablemente encontraréis factores comunes como son la satisfacción, la alegría, la plenitud… En general, todos estamos de acuerdo en que la felicidad implica sensaciones agradables.
¿Qué nos dicen los expertos? Importantes psicólogos como Sonja Lyubomirsky y Martin Seligman, han determinado como elementos clave para la felicidad la percepción de estar sirviendo a un propósito vital, el sentirnos realizados al ejercer nuestras ocupaciones y llevar a cabo aquellas actividades que nos producen placer y satisfacción.
Un estudio de la Universidad de Harvard, con una duración de 80 años, ha señalado la importancia de las relaciones sociales para el bienestar y la felicidad. Son diversos los artículos que se han centrado en mostrar las causas de este fenómeno. No obstante, en esta ocasión, nos centramos en cómo es percibida la felicidad en nuestra sociedad. Y es que parece que para disfrutarla no puede ir acompañada de sufrimiento.
“En la temprana juventud, al contemplar la vida que tenemos por delante, somos como chicos en un teatro antes de que el telón se levante, sentados allí en la oscuridad, entusiasmados y ansiosos, esperando que la obra comience. Es una bendición que no sepamos lo que realmente va a suceder. De poder preverlo, hay veces en que los chicos parecerían prisioneros condenados, no a la muerte, sino a la vida, y hasta ese momento totalmente inconscientes de lo que la sentencia significa.”
Arthur Schopenhauer
Si bien es cierto que el gran filósofo alemán tenía una visión bastante pesimista de la vida, este fragmento de Schopenhauer nos dice una gran verdad. Y es que el sufrimiento es inevitable, va ligado a la condición humana.
Actualmente, vivimos en una sociedad donde se ejerce una gran presión sobre cómo tenemos que ser y vivir. Un claro ejemplo lo encontramos en las redes sociales.
Las múltiples aplicaciones sociales actúan como una ventana a través de la cual vemos una versión sesgada de la vida de los otros puesto que, generalmente, sólo quedan reflejados los mejores momentos. Esto, inevitablemente, nos lleva a compararnos con los demás y pensar algo como: “que bien viven”, “ya me gustaría a mí estar en su situación” o “yo no soy tan feliz”.
También a través de los medios de comunicación nos llegan multitud de mensajes, a veces explícitos y otros más sutiles, que nos dicen que tenemos que ser felices, como si fuera una imposición. Esta presión social, como manifiesta la Dra. Carmen Luciano, lleva a gran cantidad de personas a pensar que no están llegando a aquello que parece tan fácil, sintiendo que están fracasando, que nunca podrán conseguirlo y, en resumen, que son infelices.
Evitar el malestar ha pasado a ser el objetivo principal sobre el cual gira gran parte de lo que hacemos. La norma es que si hay malestar, hay un problema, que el problema tiene que ser eliminado y por tanto requiere una solución, puesto que, si no, es imposible ser feliz.
Algunas personas, a modo de «ayuda», nos dicen:
“sé más positivo”, “distráete, no pienses tanto”, “tómate esta pastilla, te sentirás mejor”, “cógete unos días de vacaciones”, “bebe y olvida las penas”
Esto genera cuestiones como: ¿tenemos que estar continuamente esquivando aquello que nos despierta emociones desagradables para llevar una vida plena? ¿Hay algún antídoto para que los problemas y las preocupaciones desaparezcan y no vuelvan nunca más? ¿Será que estamos equiparando la felicidad a una utopía?
Hemos tenido, tenemos y tendremos vivencias y emociones desagradables a lo largo de nuestra vida que difícilmente podemos esquivar, cambiar o borrar. Debemos entender que no hay felicidad sin sufrimiento, y que justamente el hecho de evitarlo puede ser la principal causa de este. La evidencia científica nos ha mostrado que evitar a toda costa sensaciones
desagradables como el miedo, el dolor o el malestar limita considerablemente la vida e incluso puede ser un factor de riesgo para desarrollar problemas de salud mental. Gran parte de las dolencias que tanto han proliferado como la depresión, los trastornos de la ansiedad o las adicciones en realidad comparten ciertas características como la evitación, la intolerancia al malestar, el rechazo a la incomodidad o la insatisfacción por la propia vida.
Quizás nos tendríamos que plantear las cosas de otro modo, la felicidad no es la ausencia de sufrimiento. Lo importante es que escojamos la dirección que queremos llevar, los valores que nos definen, el tipo de relación que queremos tener con nuestros seres queridos y cuál es nuestro propósito vital; aceptando que por el camino nos encontraremos piedras. Todo aquello que merece la pena requiere un esfuerzo, adoptando una actitud de inclusión en cuanto al malestar. Sin resignarnos, más bien al contrario, mostrando una postura activa y comprometida para dirigirnos hacia una vida más plena.
A menudo, hacer aquello que nos importa implica sufrimiento, pero no hay nada como la satisfacción de saber que estamos haciendo lo correcto.
de Oriol Carbonell Valverde
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