Frecuentemente se habla de tres grandes y distintivos estilos comunicativos en las relaciones sociales. Se clasifican en estilo agresivo, asertivo y pasivo.

Cuando una persona habla desde un estilo agresivo, no tiene en consideración las necesidades físicas ni emocionales de la otra persona. Se muestra exigente e imperativo, con comentarios despectivos, ataques, amenazas…
En cambio, la forma asertiva de hablar las cosas se refiere cuando se respeta los derechos y deseos de la otra persona que le está pidiendo una cosa. La persona es capaz de expresar su voluntad, generando alternativas adaptando la demanda a sus necesidades. No es exigente, sino comprensiva, no es rígida sino que plantea soluciones y intenta llegar a acuerdo adaptándose.
Finalmente, el estilo permisivo de la comunicación sería cuando la persona opta por no defender sus intereses y ceder por inercia. Visiblemente, acepta lo que se le pide sin rechistar, pero por dentro está acumulando malestar y callándose sus deseos, sentimientos y necesidades.
El estilo más recomendado y que refleja una persona madura con relaciones sanas es el asertivo. Se dice que es así porque será mucho más probable que la relación avance con éxito si la persona cuida sus propios derechos así como los de la otra persona.
Se promueve una relación equilibrada, en la que se contemplan los pensamientos y sentimientos de los dos para llegar a un acuerdo en el que ambas partes se puedan adaptar y estar satisfechas.