Hoy nos centramos en nuestras relaciones personales, en cómo la situación actual puede estar influyendo en el cuidado de las personas que nos importan. Las condiciones a las que nos hemos visto obligados a adaptarnos estos últimos meses pueden haber afectado tanto tu relación con las personas que convives como con las que no.

Muchas personas acuden estos días a terapia debido a un aumento de los conflictos familiares y/o de pareja.
Una convivencia difícil o un estilo evitativo en el momento de afrontar y gestionar los problemas son frecuentemente la fuente de un importante y peligroso desgaste de las relaciones.
Evitar los problemas o retos puede convertirse adictivo. De primeras puede parecer muy cómodo no hablar de los desacuerdos o problemas que nos preocupan, esconderlos debajo la alfombra y así huir de los posibles momentos desagradables que pueda ocasionar afrontar la situación.
Puede haberte pasado como al jardinero de la metáfora de Kelly Wilson y Carmen Luciano, que por estar demasiado pendiente de las malas hierbas que no cesaban de crecer y de espantar de una vez por todas los malditos pájaros, se olvidó de cuidar de sus plantas. Centrar toda nuestra atención en el coronavirus estos últimos meses puede haber comportado haber descuidado lo que realmente es importante para nosotros.
Nuestras preocupaciones, tensiones y miedos no tienen porque tener el control, gobernarnos. Depende de ti poder disfrutar de lo que tienes, de los momentos agradables con tus tesoros, la familia, el amor o la amistad en cada caso. Lo tenemos a nuestro alance, podemos hacer mucho para gestionar nuestros sentimientos y no permitir que una carga emocional mal gestionada afecte a los que queremos.
Mantener una relación sana, de cuidado y bienestar con tu pareja sin duda ayudará y mucho a manejar la incertidumbre del futuro, las preocupaciones inevitables y los contratiempos que puedan aparecer. Tal y cómo una planta no da frutos si no es cuidada. No podrás apoyarte en tu relación si esta no ha sido cuidada y es fuerte.
Fíjate en lo que a veces nos decimos, en el «ya se le pasará» o «es una tontería». Para ti puede no ser importante pero sí para la otra persona. No todo es como nos imaginamos o esperamos, por mucho que creamos conocer a la perfección a la otra persona anticiparse o dar por sentado cosas puede salir mal. Pon atención en las cosas que no van bien en vuestro día a día, en la piedra en el camino que os hace tropezar una y otra vez.
Hablar de los temas que nos molestan cuando hay calma, cuando no nos gobierna la rabia, ira o frustración del momento, reforzará el diálogo y la confianza. Gestionar los desacuerdos en los momentos de tranquilidad crea poco a poco un espacio de empatía, sin juicios y apoyo emocional. Cuando no creamos estos espacios seguros los problemas pueden persistir e incluso hacerse más grandes. La relación se puede convertir en tóxica.
Escucha activamente lo que piensa la otra persona en lugar de estar pensando como retomar el golpe y ganar la discusión.
Conocer como se siente seguro te ayudará a entender el porqué hace algunas cosas que tú a priori no harías. La forma en la que nos expresamos también es clave, dado que sin ser nuestra intención, podemos facilitar que la otra persona se ponga a la defensiva, que se sienta culpable o juzgada al decirle » me haces…» o «es que eres tan..».
Cualquier jardinero sabe que para que sus plantas lleguen a crecer y florecer hay que cuidarlas. Luego no hay nada escrito, la planta puede no crecer tanto como esperábamos, con pocas flores, desprender un olor menos agradable al deseado… Aceptar las imperfecciones es parte del reto. También se puede optar por arrancar de una la raíz, poner una nueva semilla en vez de esperar a ver como crece. Pero cuidado con el peligro de tener un campo lleno de semillas.