Nos encontramos en la era del materialismo y de la inmediatez, expuestos a un número desmesurado de estímulos visuales cada vez que desbloqueamos el teléfono móvil. Pasamos horas conectados a redes sociales como Instagram o TikTok, que se han convertido a su vez en un tremendo escaparate; una potentísima herramienta de publicidad y marketing.
Sin estigmatizar el uso de las Redes Sociales, hablaremos de los riesgos a tener en cuenta; como la problemática que aparece, sobre todo entre jóvenes, cuando buena parte de la autoestima depende de la cantidad de refuerzos positivos que se reciban, de los seguidores o del número de visualizaciones que han tenido.

No debemos olvidar los intereses comerciales en este entramado de estímulos. Estas aplicaciones son gratuitas, pero sí dan beneficios, nuestra información y una publicidad personalizada. Empresas y marcas venden sus productos a través de perfiles de influencers para llegar al tipo de seguidores que comprarán más lo que ofertan. Estas personas exhiben los artículos y dan a conocer al público su funcionamiento, pudiendo crear la necesidad en el espectador de poseer dicho producto, ya sea porque confían en el influencer, para parecerse a él/ella o buscando la aceptación entre su grupo social.
Inmediatez
Ese producto que ayer pediste por Internet llega hoy a tu casa. No tienes que esperar mucho para tener aquello que quieres. Lo tenemos todo, aquí y ahora, y si algo se rompe tendemos a sustituirlo por algo nuevo o más actualizado.
Sabiendo esto, ¿Cómo vamos a desarrollar la tolerancia a la frustración si continuamente, y de forma inmediata, estamos recibiendo estímulos y refuerzos positivos? ¿Sabrán los más jóvenes gestionar la llegada de estímulos negativos o de problemas que precisan de tiempo y dedicación para ser resueltos? ¿Qué valor pueden darle a las pequeñas cosas, a las situaciones cotidianas, a las relaciones interpersonales, si continuamente se ven expuestos/as a publicidades y perfiles que fomentan el consumo para ser feliz?
¿Qué puede hacer la familia para gestionar los riesgos de las redes?
Cuando niños y niñas comienzan a usar móviles, es conveniente que las familias hagan uso del Control parental, no sólo para delimitar a qué tipo de contenidos pueden acceder, sino para controlar la cantidad de tiempo que dedican a las diferentes aplicaciones.
En la etapa de la adolescencia se hace especialmente complicado. Según una encuesta del Instituto Nacional de Estadística (INE) el 66% de los menores españoles entre 10 y 15 años tiene teléfono móvil. Si a esto le sumamos que tras el confinamiento domiciliario derivado de la Covid-19, ha aumentado el uso de ordenadores y tabletas con fines educativos en los hogares españoles, se convierte en una ardua tarea poder controlar la cantidad de tiempo que el adolescente pasa delante de pantallas y, por tanto, expuestos a los riesgos que puede conllevar un mal uso o abuso de las mismas.
Desde el hogar y los centros educativos debemos concienciar sobre el valor de la persistencia, la constancia y la perseverancia. Trabajar la autoestima, la gestión emocional, frustraciones y ambiciones, pues en edades más vulnerables emocionalmente es importante aprender que la vida no es siempre tan idílica como se muestra en algunas publicaciones de Instagram.
En esta línea, los jóvenes están acostumbrados a ver en redes sociales un supuesto ideal de vida; el contenido que se comparte son fotos de personas que viajan, que comen en lugares exclusivos, que alardean de compartir su tiempo de ocio con amigos/as o en pareja, quedando oculta la parte más difícil o complicada, todo el trabajo que hay detrás.
Esto también hace más complicado desarrollar buenas estrategias para afrontar situaciones negativas, pues lo «aceptado» es estar bien. Tendemos a evitar todo tipo de sufrimiento, y esta influencia entre los más jóvenes se traduce en la búsqueda de refuerzos positivos inmediatos. Esta situación puede generar una dependencia hacia los estímulos gratificantes y un incremento de la sintomatología ansiosa-depresiva.
Cabe destacar que las redes pueden facilitar que jóvenes y adultos encuentren una comunidad, consejos para superar momentos de la vida, apoyo y personas con intereses afines. Desde perfiles de concienciación a personas que comparten sus hobbies y procesos creativos, madres que muestran el día a día y un sinfín de personas que suponen la cara más positiva de las redes.
Sociedad de la desinformación
Las fake news son incontrolables y un riesgo para todos. En un mundo en que lo que importa son las visualizaciones, cada vez más encontramos informaciones basadas en el clickbait, es decir diseñadas para llamar tu atención y quieras leer más. Ante esto el único contraataque es el fomento y desarrollo del pensamiento crítico, impulsando desde la infancia la reflexión y el debate sobre toda información que nos pueda llegar.
Aprender a pensar mediante preguntas, escuchando y descubriendo nuevas perspectivas, seleccionando la información que visitamos en la web, aprendiendo a discernir la realidad de las noticias falsas o sensacionalistas.
Vivimos en una sociedad con una capacidad asombrosa para adaptarse a los cambios, cada vez más comprometida con causas sociales. Pero no debemos pasar por alto los riesgos de que los más jóvenes «absorban» todo lo que ven, lo cual les hace vulnerables.
Es necesario fomentar la comunicación desde el principio. En casa, desde la familia y debatir sobre las modas, retos, challenges y noticias que salgan en sus pantallas. Esto permitirá desarrollar la capacidad crítica y saber discernir entre la realidad y todo aquello que aparezca en redes.