Érase una vez un elefante que un día llegó a un pueblo. Salieron a su encuentro 6 personas, las más sabias del lugar, para conocer cómo era ese animal, desconocido hasta el momento. Eran ciegas, de modo que se acercaron y empezaron a palpar para así descubrir el fascinante animal.

-Este animal es como un abanico – dijo uno tocándole la oreja.
-Es como un árbol – dijo otro mientras exploraba las patas del animal.
-¡No tenéis ni idea! – exclamó el tercero tocando la cola- este animal es como una cuerda.
-¡Es como una lanza!- clamó el que le estaba repasando los colmillos.
-¡Ni de broma! Se parece mucho más a un muro – vitoreó el quinto, palpando el lado derecho del cuerpo del elefante.
-Todos os equivocáis. Este animal es como una serpiente – declaró finalmente el sexto, con la trompa en la mano.
Que no, que si, que estáis todos equivocados, que yo tengo razón… Todos habían experimentado por ellos mismos cuál era la forma verdadera. Así, discutiendo durante horas terminaron sin saber realmente qué es un elefante.
Esta historieta nos viene perfecta para hablar del sesgo cognitivo que puede apoderarse de nuestro pensamiento estos días.
En psicología se utiliza este término para referirse a un efecto psicológico que produce una desviación en el procesamiento mental. Es una distorsión, un juicio inexacto guiado por una interpretación ilógica e irracional. Estos días puede darse un efecto parecido en nosotros la información y opiniones sobre la situación actual.
Mi ciudad natal, Lleida, ha acaparado muchas de las portadas y titulares de los medios españoles estos días. El motivo es un gran aumento de los rebrotes de coronavirus en la región. En la búsqueda de los culpables del doblamiento del número de positivos en la última semana, muchos no han tardado en señalar a los temporeros. Tanto es así que han salido instituciones agrícolas en los últimos días ha desmentir que el rebrote sea culpa del sector de la fruta, importante en la región leridana.
Esta situación es perfecta para observar cómo los juicios rápidos, estimulados por la frustración y el malestar por el cierre de la región, pueden pasar factura y alejarnos del que realmente conocemos.
Lo vemos más claro cuando no somos nosotros a quién se juzga. Como orgulloso leridano, he visto como recientemente se ha podido transformar el prototipo o prejuicio sobre los habitantes de la ciudad. Es fácil caer en el pensamiento fácil de que si hay más casos en esa zona alguna cosa han hecho mal. Sacar pecho, criticar sus errores y creer que su caso será diferente.
Esa tendencia también se pudo manifestar cuando el número de positivos en Alemania se disparó debido a un contagio masivo en una fábrica. O al ver las playas inundadas de gente en Reino Unido. Puede aparecer un sesgo que nos lleve a creer lo que queremos creer, lo que nos hace sentir mejores. Y así, podemos vernos descuidando nuestras precauciones y medidas higiénicas mientras criticamos la falta de cabeza y el riesgo que suponen los otros.
Sin entrar en debates lejos de la psicología, lo que esta apasionante ciencia nos enseña es a ser conscientes de cómo nos puede parecer que tenemos razón cuando tan sólo conocemos una parte. Tener en cuenta que lo analizamos todo desde nuestro prisma, según nuestros valores y creencias, puede evitarnos más de un error.
No digo que los demás no puedan estar equivocados; puedes estar en lo cierto y al considerar cómo percibe la realidad otra persona, proporcionarte otra pizca de razón. Como hemos visto con el elefante, valorar y respetar las opiniones de los otros puede enriquecer y mucho nuestra verdad. O, como los seis ciegos, empobrecerla en una lucha por la razón.